Vive el Jueves Santo
Llega un día muy especial: el Jueves Santo. Es un momento que, como católicos, no podemos perdernos. Pero, debido al Estado de Alarma, os proponemos que sigáis las celebraciones del Jueves Santo a las 16:30 horas en la Santa Iglesia Catedral de Jerez de la Frontera a través de los perfiles de redes sociales (Facebook y YouTube) y a las 18:00 horas con el Papa Francisco en 13 TV.
El reto para los scouts que os traemos hoy es imitar a Jesús; cíñete el lienzo y lava todas esas impurezas que tienes en el corazón. Pídele perdón a aquellas personas que tengas más cerca, no es momento de orgullo, sino de humildad.
Ahora os compartimos las Lecturas del día:
1ª Lectura: Éxodo 12, 1-8; 11-14
Salmo: 116 (114-115), 12-13; 15-18
2ª Lectura: 1 Corintios 11, 23-26
Evangelio: Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?».
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice: «No me lavaras los pies jamás».
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
Palabra del Señor
Reflexión del Evangelio:
Lavar los pies era una tarea reservada a los esclavos. En aquella época era la parte más expuesta a las suciedad, por ello los siervos acostumbraban a limpiarlos: se ensuciaban las manos con la suciedad de los demás. Y ahí está Jesús: rompiendo esquemas.
El mensaje de Cristo no se entiende en un mundo moderno donde la humildad y el servicio se ven como algo sospechoso, ya que en nuestro egoísmo pensamos en una segunda intención: ¿qué querrá? ; ¿dónde está la trampa? ; ¿qué quiere de mí?
Estamos llamados a imitar a Cristo en todo. Lavar los pies significa que puedo agacharme. Que mi «yo» puede retirarse del primer plano y dejar paso a la otra persona. Significa que puedo ponerme por debajo del otro y priorizar su interés sobre el mío. Si Jesús siendo Dios hizo esto, ¿qué debo hacer yo?
El Señor hoy nos llama a renovar el compromiso con la persona, ciñéndonos la toalla para lavar, perfumar y secar tantos y tantos pies que hay aún por lavar. Nos encontraremos pies sucios, dolidos y rotos; pero también aquellos que nos han dado una patada, pies que han golpeado, que han caminado por otro camino: con ellos deberemos también tener lista el agua. Porque no consiste en amar como yo amo; sino en amar como él me ama. Un amor alejado del sentimentalismo, los golpes de euforia o la apetencia. Un amor de corazón, de acción, de entrega.
Y seguro te sorprenderás pensando que hay acciones que sobran, que son innecesarias o injustas. Pensarás que hay hechos que no tienes por qué hacerlo o que hay personas que no se lo merecen. No importa. El Señor también tiene respuesta para eso: comprenderás más tarde. Cristo no te pide hoy que razones, sino que actúes. O mejor, que le dejes actuar en ti. Piénsalo: ¿te dejas lavar por él? ¿Dejas que tu corazón oiga la voz del Padre? ¿Eres consciente de que el Señor está dispuesto a dar la vida por ti?
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